jueves, 10 de julio de 2008

Ecuador Sin Brujula

El presidente ecuatoriano Rafael Correa va cuesta abajo. Según la
última investigación (Cedatos-Gallup), sólo el 41% apoyaría el
extravagante texto constitucional que sus partidarios van forjando
lentamente en el pueblo de Montecristi. Necesita el 50% para que
se apruebe. Ha dicho que, si fracasa, abandonará la política. No ha
aclarado si volverá a enseñar en la universidad, donde no dejó una
huella memorable, o si se dedicará a cantar y tocar la guitarra,
actividades que practica con más talento que Abdalá Bucaram, otro
músico que pasó por el Palacio de Carondelet, al que derrocaron
acusándolo de loco, poco después de que perpetrara un CD de rock
and roll con la complicidad de un conjunto uruguayo llamado Los
Iracundos. El CD era una prueba irrefutable de los cargos que le
imputaron.
Parece que la constitución que están redactando los patricios
ecuatorianos es un adefesio socialista cargado con la noble
intención de hacer justicia social y lograr la felicidad espiritual y
corporal de las personas, incluida la delicada región inguinal. Hace
pocas fechas, una señora se empeñaba en consagrar los derechos de
las mujeres, sin olvidar el de disfrutar de los placeres sexuales.
Nunca supe si se aprobó su propuesta, pero a mí, francamente, me
pareció razonable. Una de mis heroínas predilectas es Mary
Wollstonecraft, quien planteó eso mismo en Inglaterra a fines del
siglo XVIII. Alguna vez, hasta pensé en novelar su interesante
vida. Toda dama frígida merece una pensión del Estado por su
injustificado sufrimiento.
Pero hay más locuras, como explica, azorado, el analista Walter
Spurrier. Uno de los aportes de las etnias indígenas al texto
constitucional que se prepara consiste en que la economía se guíe
por el principio del sumak kawsay, una ancestral filosofía del
desarrollo que entiende que el ''buen vivir'' radica en la convivencia
armoniosa con la naturaleza, lo que necesariamente excluye el
progreso y el consumismo, dos depredadoras actitudes que
destruyen el hábitat en el planeta. ¿Como sustentan esa dulce
visión precolombina de la sociedad los ilustres legisladores
ecuatorianos en nuestros días? Muy fácil: en el pensamiento de los
filósofos radicales europeos Iván Illich y Serge Latouche. Lo
revolucionario no es crecer, sino decrecer. Involucionar. Huir de la
demencia occidental. Una tontería, por cierto, que hace ya muchas
décadas también formuló Gandhi cuando defendió el regreso a la
rueca y el abandono de la búsqueda del progreso como objetivos
para la nación que se proponía fundar.

Pobres ecuatorianos. Ecuador es una nación preciosa,
potencialmente riquísima, ocupada por una clase dirigente
tenazmente empeñada en agravar los problemas que padece la
sociedad. Si la nueva constitución ''social y solidaria'' es aprobada,
seguramente la promulgarán en el Congreso Nacional ante el
enorme mural de Oswaldo Guayasamín, un exitoso pintor
expresionista de filiación comunista que trató de exterminar al
imperialismo yanqui acaparando todos los dólares que se ponían a
su alcance. El mural se titula, precisamente, Historia de la
constitución del Ecuador, y en él se denuncia, entre otros horrores,
a la malvada CIA, culpable, por supuesto, de todos los males que
aquejan al país.
Cuando el profesor Rafael Correa fue elegido presidente, dos de los
argumentos que se esgrimieron a su favor fueron su buena
formación universitaria y su condición de católico practicante. El
señor Correa había hecho estudios postgraduados en la Universidad
de Lovaina (Bélgica), una antigua y prestigiosa universidad
católica, y luego había obtenido un doctorado en una institución
norteamericana de Illinois. El señor Correa sabía de economía. Lo
que nadie se preocupó en averiguar es cuáles eran sus ideas sobre
la naturaleza humana, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la
democracia, la historia, la justicia, o la dignidad del otro, sin
percatarse de que los conocimientos, distorsionadamente
integrados en una estructura de valores disparatada, administrados
con una dosis enorme de arrogancia y falta de sensatez, pueden dar
lugar a las conductas más perjudiciales.
¿En qué va a parar este nuevo sainete latinoamericano?
Obviamente, en otra frustración de la que no parece haber escape:
si el presidente Correa tiene éxito y aprueban la constitución, ese
texto será la partida de bautismo de un despropósito que
empobrecerá sustancialmente a los ecuatorianos durante el tiempo
que se dediquen a tratar de ponerla en práctica. Si no lo tiene y la
rechazan, dentro de un par de años (o antes) saldrá de la
presidencia sin pena ni gloria escoltado por la perplejidad y el
desconcierto de sus compatriotas. Es lo que les ocurre a los pueblos
cuando han perdido la brújula. Así está Ecuador desde hace años.

Carlos Alberto Montaner

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad es que si alguna vez pense que la igualdad social era el camino... El Dr. Correa me probo que es imposible. Una vez lei "Animal Farm" de George Orwell, un socialista de verdad. En este libro el autor atacaba a los rusos comunistas por convertirse en las mismas bestias inhumanas que antes habian reinado su tierra. El Dr. Correa prueba esta teoria. Los ecuatorianos no estamos para que nos pastoreen por el camino trazado por un nuevo bloque de poder. Ya no necesitamos otro "big brother" que nos lleve de la mano. Entonces por que seguimos confiando nuestro pais en las manos inutiles de quienes creen que resuscitando a la Gran Colombia vamos a lograr una mejora social?
Esa etapa murio. El mundo ha cambiado y si el plan de Bolivar no se dio, es porque los Santanderes abundaban por ahi, besando bebes en zonas rurales y diciendo que ellos son el pueblo... y eso es lo que hace nuestro querido Presidente.
Ahora dicen que la nueva constitucion es favorable al pueblo. Es imposible que un grupo de leyes que el pueblo no entiende sea capaz de cambiarles la vida. No se le puede dar a leer una enciclopedia a quien no conoce el alfabeto.
La nueva constitucion, no es mas que un paquete de nuevas formas de controlar a la poblacion. Es un modo de aumentarle palabras a conceptos universales, que el hambriento pueblo exige, como la solidaridad y el bienestar fraterno. Es como decir "todos debemos comer por igual".---Pero hay unos que deben comer menos arroz y mas carne por cuestion de "salud".