Ni el más astuto y sagaz abogado de la familia Isaías podía haberse imaginado maniobra tan elegante y perfecta para sus clientes, que la bizarra decisión del asambleísmo ecuatoriano de borrar de un plumazo el derecho a la defensa.
Con el Mandato 13, la Asamblea santificó la decisión de la AGD de incautarse de los bienes de la trístemente célebre familia Isaías, declarándola inmune a cualquier defensa legal de los perjudicados. Así, los arquitectos del proyecto constitucional no solo que atentaron al derecho a la defensa, sino que dieron a los hermanos Isaías la excusa perfecta para hacer de la decisión de la AGD un tema de violación a los DD.HH.
La oligofrénica inmediatez con la que actuaron los representes de la revolución ciudadana es la perfecta invitación para que los Isaías interpongan una demanda por violación a sus DD. HH. en algún tribunal internacional. Además, resultará más difícil extraditar a estos hermanos a un país donde no tendrán el derecho a defenderse.
La olímpica torpeza del Mandato no se limita a las consecuencias procesales del caso Isaías, sino que se convierte en un perverso precedente que deslegitima los discursos sobre derechos civiles y humanos que se incuban en Ciudad Alfaro. Los de Montecristi olvidan que hasta el más terrible, inhumano y sanguinario de los asesinos tiene derecho a la defensa. Que ese es un principio que rige no solo en los marcos jurídicos de los pueblos medianamente organizados, sino que se hospeda en la conciencia de cualquier persona que se considere civilizada.
Los 10 años de las más insólitas y condenables piruetas judiciales y extra judiciales que hicieron los Isaías para mantener intacto su patrimonio no legítima una acción que va en contra de un principio doctrinario general.
Lo que hoy se hace, tal vez bajo ciertas ideas de legitimidad, bien puede hacerse en el futuro en contra de otros. Los principios no se pueden transar, ni siquiera a favor de las causas más nobles. Mucho tiempo llevó el Ecuador esperando que alguien pusiera el cascabel a este apestoso gato, pero aquello no justifica que se sacrifiquen los derechos civiles de hasta el más espantoso de los criminales.
Tomado de Diario El Comercio
domingo, 13 de julio de 2008
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