viernes, 1 de agosto de 2008

Hiperpoder

El proyecto de Carta Constitucional conducirá al país, si se aprueba, hacia una concentración de poder sin precedentes. Eso que los analistas llaman hiperpresidencialismo, toda vez que limita los atributos de la legislatura y potencia un poder ciudadano de participación, que suena bien pero que en la práctica fomenta el corporativismo que usaron a placer los regímenes fascistas y autoritarios y que tanto se criticó por su uso y abuso a los partidos que antes ejercieron el poder en el país. Además, privilegia al Estado sobre el individuo.

Empecemos por el preámbulo, donde comparten menciones la Pacha Mama (y nos recuerdan, como si no lo supiéramos, que somos parte de la naturaleza), Dios, Bolívar y Alfaro. Pero no todo queda allí, el texto eleva a divinidad a las personas y a las colectividades. Una novedad de la que debemos “agradecer” al legislador constituyente o a los correctores y redactores que se abrogaron funciones de asambleístas, ¡vayan ustedes a saber!

Ya desde el primer artículo surgen dudas importantes como aquella que señala que “El Ecuador es un Estado constitucional de derechos…”, cuando la formulación clásica es un Estado de derecho. Acaso el legislador constituyente lo excluyó deliberadamente. El Estado de Derecho es la base de la democracia representativa que se asienta en el equilibrio de poderes y los pesos y contrapesos y compartimentos independientes que tiene cada una de las funciones del Estado.

Otra revelación se sitúa en el ámbito de la participación ciudadana, los controles y los poderes que, como se ha dicho, suena en principio a la aplicación de una democracia más avanzada pero esconde los riesgos del corporativismo. Rodrigo Borja, en su obra ‘Sociedad, cultura y derecho’ (Borja , 2007: 261), refiriéndose al corporativismo portugués, dice que en la Constitución de 1933 se “[…] creó el Estado Novo, de tipo corporativo con economía planificada -copiado del modelo fascista italiano- […]. Para eludir el ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos y su representación en el gobierno, los fascistas se inventaron el método de la representación corporativa que entrañaba una teoría del Estado diferente a la democrática”.

El enmarañado sistema de representación ciudadana en el proyecto constitucional y su complejo sistema de representación conducen, una vez más, a concentrar el poder en quien lo ejerza y en dotar al Presidente de todos los hilos para controlarlo todo. El problema es que la mejor y más perfecta fórmula de democracia representativa que se expresa en aquello de que cada ciudadano tiene un voto y en su nombre se constituye el Estado y sus instituciones, quedará superada por esta novelera forma de expresar el poder, que puede condenar a la sociedad al autoritarismo, al caudillismo y al dictamen de -en el mejor de los casos- el buró que, a su vez, controle todo en nombre de una supuesta democracia ciudadana.

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