miércoles, 6 de agosto de 2008

Campaña del miedo

Entre los argumentos exhibidos por el Gobierno en favor del sí, para que millares de incautos otorguen poderes totales al actual gobernante, se encuentra aquel que advierte que en caso de ganar el no volverían los ‘diputados de los manteles’. Tal será la pobreza del proyecto de texto constitucional sometido a referéndum que en vez de exaltar sus virtudes, si es que las tiene, se hace una propaganda basada en el miedo, en la antipatía de la ciudadanía a una clase política que reproducía exactamente la conformación de la sociedad ecuatoriana, ni más ni menos su propio reflejo.

Lo indignante es que los nuevos actores políticos, sacados de las sombras por el entusiasmo de los electores con el caudillo de turno, pretenden aparecer como seres alejados de la política cuando, por el contrario, han vivido dentro de ella por décadas. Allí están socialdemócratas que apenas han tenido la oportunidad han renegado de sus proclamas democráticas para apuntalar un proyecto con tintes totalitarios. Unidos a los extremistas que jamás creyeron en la democracia fueron funcionales para la demolición institucional que vivimos. Ahora, en una extraña mixtura, coinciden con los representantes del populismo más exacerbado, que de lo único que les preocupa es mantener una vocalía en el ente electoral.

También es fácil identificar a supuestos dirigentes de grupos sociales que por décadas han sido actores políticos, los mismos que antes que se embarquen en esta variopinta alianza jamás obtuvieron el respaldo popular. No por ello dejaron de ser políticos. Nadie más que ellos conocen todas las mañas de la política para haberse atrevido a modificar un texto a última hora, contradiciendo incluso las propias reglas que definieron para su elaboración. En suma, son los más exiguos representantes de la clase política a la que atacan, viven en ella y de ella, habiendo hecho muchos de ellos del activismo su forma
de vida.

En el colmo de la audacia, reniegan de su propia creación. Fue esta alianza la que, con la ayuda de la fuerza pública, colocó en el Congreso a los diputados suplentes haciéndose de una mayoría adepta al Régimen por ello, en el supuesto que no ganase el sí, el Gobierno tiene asegurado el control del ente legislativo, en consecuencia el argumento esgrimido cae por su propio peso. Muy probablemente el texto constitucional será aprobado, dados los ingentes recursos con que cuenta el Gobierno para impulsar su apoyo. Pero no deja de ser aleccionadora la forma en que se usan a su favor argumentos que no resisten el más mínimo análisis. Lo único cierto es que hay muy poco nuevo en ese texto constitucional, pues el mismo recoge teorías descartadas por inadecuadas aun cuando la propaganda lo presente como novedoso y positivo.

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